Partiendo de la base de que tenemos un negocio correctamente gestionado, con un producto que vendemos regularmente, buena cartera de clientes y consecuentemente pocos problemas de cobro, ¿para qué podemos necesitar financiación?.
En principio, si llevamos bien los cálculos, no debería hacernos falta para circulante, ya que nuestro espacio entre pagos y cobros quedará cubierto por la tesorería, dedicada específicamente a dicho fin.
Si tenemos las instalaciones al día y no precisamos nuevo inmovilizado, tampoco nos hará falta ningún préstamo.
¿Qué puede fallar?.
Todos los negocios están expuestos a un impago, a un fallo de calidad, a una caída de ventas por diferentes motivos, etc…
Tampoco es necesario ser negativos, los negocios también están expuestos a un incremento repentino de la facturación, y eso, también conlleva un riesgo, conocido popularmente como “morir de éxito”.
Es por esa prevención contra los diferentes riesgos que la mayoría de empresarios prefieren mantener algunas pólizas de crédito abiertas en diferentes entidades, 2 ó 3, con las que mantienen cuentas de tesorería, gestión de cobros y pagos, nóminas, impuestos, etc.
No obstante, esto que parece tan razonable, puede provocar una utilización incorrecta del circulante, si la disposición de la póliza viene dada, por ejemplo, por un impagado.
Si un impagado, se queda en la póliza de crédito sin dotarlo, estaremos falseando nuestro resultado y la propia utilización de la póliza, además de resultar más caro de lo que es necesario. Y no digamos cuándo la póliza se utiliza como parche para comprar algún elemento del inmovilizado.
Esta operativa es típica de pequeñas empresas y autónomos, que no tienen propiamente un director financiero, sino un contable al que el día a día se le va con las urgencias.
Y es que en tiempos de abundancia de crédito, es muy tentador aceptar las financiaciones y facilidades que nos propone el banco. Él sale ganando y nos hace sentir bien tratados, pero el riesgo lo corremos nosotros, como empresarios, en el momento en que nos habituamos a estar financiados, ya que perdemos rentabilidad, nos alejamos de la realidad de nuestra tesorería y perdemos también independencia en las decisiones.
El diván del analista
La parte buena, y es que no hay mal que por bien no venga, es que estamos fiscalizados por un analista externo. Cuatro ojos ven más que dos y, aunque nos duela en nuestro orgullo, a veces un analista externo nos hace preguntas incómodas, (que son las mejores), para dar sentido, no sólo a nuestra operativa bancaria, sino a la dirección de nuestro negocio. Podríamos aceptar que un analista de riesgos de nuestra entidad financiera nos sirve de espejo, de test, aunque a veces lo quisiéramos enviar a pastar…
La alternativa, está claro, pasa por reservar tesorería a la vista, de forma que nuestro saldo cero/mínimo de la cuenta sea en realidad el saldo en positivo que hubiéramos aceptado contratar en póliza. Por eso es importante la planificación financiera, los planes de contingencia y las dotaciones de reserva.
A los que actualmente ya estén disponiendo de diferentes pólizas, todas ellas con diferentes saldos utilizados, les recomendaría aprovechar los bajos tipos de interés actuales para analizar que importe de las mismas se ha enquistado, y convertir ese saldo negativo atascado en un préstamo a un plazo y tipo razonables. De esta manera, resituaremos en la realidad nuestra tesorería y evitaremos costes y renovaciones, con sus correspondientes tensiones. Es mucho mejor proponerlo al banco con tiempo, no en el momento en que está a punto de vencer la póliza. Esto nos dará margen de maniobra, poder de negociación y el banco lo verá como una correcta gestión financiera.
Y la financiación de circulante, utilizarla únicamente para financiar los incrementos de facturación, hasta que los cobros vuelvan a sincronizarse con los pagos.