La palabra Reestructuración referido al mundo de la empresa se vincula, en particular en estos años de crisis, a la reducción de puestos de trabajo, algo que ha sido, y continúa siendo, un tabú en las empresas y en la sociedad. Pero hablar de reestructuración no debe ser un tabú, va mucho más allá de sólo una reducción de puestos de trabajo. Supone cambiar las formas de trabajar y de hacer las cosas dando un nuevo enfoque al negocio que implican cambios importantes para todos.
Como gestores responsables de empresa debemos plantearnos la reestructuración desde una perspectiva positiva.
El mercado cambia, la demanda se mueve, la tecnología influye en nuestros sistemas internos y en cómo la sociedad interactúa y consume, lo que hoy aún se vende y consume, mañana puede que ya no. Y no podemos obviarlo: tenemos que cambiar de forma planificada el “ordenamiento” previo que hasta ahora nos había dado resultados, es decir, reestructurarnos.
Lo “fácil” es quedarse quieto y esperar, pero ¿es esto lo fácil y cómodo, o es miedo y cierto grado de irresponsabilidad empresarial? Por mal que nos pese, más bien se trata de esto último: miedo al cambio, a no saber qué hacer ni por dónde empezar. Y la excusa suele ser “no tengo dinero ni tiempo para hacer todo lo que tendría que hacer”. Pero no nos engañemos, es casi siempre una excusa, y es mucho más caro no hacer nada que “invertir” en hacer esos cambios. Con tiempo y planificando se pueden hacer muchas cosas, pero para ello necesitamos afrontar la situación con valentía, mente abierta, estar preparados al cambio, a explorar nuevos terrenos y, desde luego, a aplicar una buena dosis de ingenio.
La evolución de nuestra empresa nos envía signos evidentes de que algo está pasando:
- Reducción continuada de ventas
- Reducción de márgenes
- Cambio en la tendencia de consumo de tu producto.
- Aparición de nuevos competidores
- Productos alternativos y sustitutivos
- Cambios tecnológicos en nuestro sector o en el mercado
- Aumento de la velocidad de respuesta al mercado que no podemos dar
- Reducción de los costes de producción que no podemos igualar
- Cambios geográficos de nuestros clientes industriales que siguen a los suyos y se van
Pero, ¿queremos de verdad ver esos signos?, ¿los ignoramos en la práctica?, ¿sabemos qué hacer con ellos?
Es aquí donde el tiempo de actuación juega un papel fundamental en lo que será la reestructuración de la empresa. Tomar una decisión temprana para examinar la empresa en profundidad y ponerla “patas arriba” es fundamental. Afrontar cambios de calado nos da miedo, y como se trata de cambios profundos, son siempre traumáticos, pero unos lo son más que otros y cuanto más tardemos, más traumático será el cambio y a más gente afectará. El tiempo no es un buen compañero de viaje en estos casos.
Un buen proceso de reestructuración permitirá a la empresa, de entrada, detener el proceso de reducción, adaptarla a su nuevo tamaño, relanzarla y, por qué no: crecer. Depende de la voluntad y la determinación para QUERER hacerlo, y esa es precisamente nuestra responsabilidad como gestores.
“Hacer que los cambios pasen” será seguramente difícil desde dentro y con las mismas personas de siempre, porque es muy difícil cambiar lo que siempre hemos hecho igual en una trayectoria que no hemos podido revertir y con la misma gente. Se ha de mirar con ojos objetivos y “no contaminados”, eso sí, ojos que sepan entender e interactuar con los de dentro. Y no se trata de un ejercicio de consultoría que nos diga lo que hay que hacer, porque lo que se ha de hacer es ACTUAR y no sólo decir lo que se ha de hacer. Y aquí es donde puede jugar una papel fundamental la figura del Interim Manager, que no sólo acordará qué hacer sino que hará que las cosas pasen.
Así pues una reestructuración empresarial se ha de ver como un proceso de cambios profundos para hacer que la empresa tenga un futuro, que muy probablemente será diferente a la forma de hacer y concebir el negocio que tenía hasta ahora, pero con un nuevo enfoque que asegure su viabilidad futura. Y lo pronto o tarde que iniciemos ese proceso será la medida de la profundidad de esos cambios y la medida del éxito de los mismos. Perdamos pues miedo a la reestructuración y veámosla como nuestra aliada para asegurar el futuro de nuestra empresa y permitir que pueda crecer.